viernes, 29 de febrero de 2008

Caminar hacia adelante

No te extraño. Pero extraño tu rostro, tus cachetes, tu nariz; tus cejas, tu pelo, tus orejas; tu boca, tu labio, tu lengua, tu piel, tu mano, tus dedos, tus uñas, tus arrugas; Tu cuerpo, tu cuello, tus hombros, tu espalda, tus tetas, tu ombligo, tu panza; nuevamente tu rostro, tus labios, tu lengua, tus brazos, tus dedos, tus dientes, tus tetas, tu cintura, tu cola, tus muslos, tus piernas, al mismo tiempo tus hombros y nuevamente tu boca; de nuevo tu panza, tu espalda, tus labios, tetas y vagina. Extraño tu sonrisa leve, tus parpados entrecerrados, tu iris, tus ojos, tu mirada nuevamente en mi.... Pero nose si te extraño.

miércoles, 20 de febrero de 2008

jueves, 14 de febrero de 2008

Fragmentos de "El Señor Presidente" de Miguel Angel Asturias


" Los pordioseros se arrastraban por las cocinas del mercado, perdidos en la sombra de la Catedral helada, de paso hacia la Plaza de Armas, a lo largo de calles tan anchas como mares, en la ciudad que se iba quedando atrás íngrima y sola. La noche los reunía al mismo tiempo que a las estrellas. Se juntaban a dormir en el Portal del Señor sin más lazo común que la miseria, maldiciendo unos de otros, insultándose a regañadientes con tirria de enemigos que se buscan pleito, riñendo muchas veces a codazos y algunas con tierra y todo, revolcones en los que, tras escupirse, rabiosos, se mordían.
(...)
Una aldea vino, anduvo por allí y se fue por allá, una aldea al parecer deshabitada, una aldea de casas de alfeñique en tuza de milperíos secos entre iglesia y cementerio. ¡Que la fe construyó a la iglesia sea mi fe, la iglesia del que se va alejando se le empañó en los ojos. Aquella tierra de asidua primavera era su tierra, su ternura, su madre, y por mucho que resicitara al ir dejando atrás aquellas aldeas, siempre estaría muerto entre los vivos, eclipsado entre los hombres de los otros países por la presencia invisible de sus árboles en cruz y de sus piedras para tumbas.
(...)
Las tumbas no besan a los muertos, ella no debía besar; en cambio, los oprimen mucho, mucho, como ella lo estaba haciendo. Son camisas de fuerza y de cariño que los obligan a soportar quietos, inmóviles, las cosquillas de los gusanos, los ardores de la descomposición. Apenas aumentó la luz incierta de la rendija un incierto afán cada mil años. Las sombras, perseguidas por el claror que iba subiendo, ganaban los muros paulatinamente como alacranes. Eran los muros de hueso... Huesos tatuados por dibujos obscenos. Niña Fedina cerró los ojos-las tumbas son oscuras por dentro-y no dijo palabra ni quiso quejido- las tumbas son calladas por fuera."


lunes, 11 de febrero de 2008

martes, 5 de febrero de 2008